22.8.05

VIÑETAS DE LOS BALCANES : Los cómics sobre el conflicto de la antigua Yugoslavia (Parte Seis)

18 millones de personas en la miseria. Desplazados, apátridas nacidos en países que ya no existen, prisioneros liberados (...) y a estos desgraciados hay que sumar los desertores, delincuentes comunes, colaboradores y verdugos huidos.”
Mayor británico de las fuerzas aliadas en la zona, febrero de 1946 (El Decálogo IV: El juramento)

Hasta ahora todo han sido visiones de extranjeros, aunque opinan, adaptan testimonios e incluso visitan la zona en conflicto. ¿Y los autores de origen balcánico? Creo que el más interesante de todos es el esloveno Tomaz Lavric, también conocido por las siglas TBC. Ha tratado el conflicto en diversas ocasiones (Diareja) y lo seguirá haciendo (como verán en el anexo de actualización a este texto). Como TBC firma el dibujo de El juramento, cuarta entrega de El Decálogo, algo irregular serie francesa compuesta por historias auto conclusivas (algunas magníficas, otras flojas) que giran alrededor de una versión secreta y maldita del Corán. El Juramento está ambientado en la Yugoslavia saliente de la Segunda Guerra Mundial, pero a lo largo del relato se perciben los sucesos actuales. La guerra separa en diferentes bandos a un grupo de amigos de juventud; el odio y la venganza se imponen al amor y a la amistad. Pese a suceder medio siglo antes este álbum tiene presente que la misma lucha y los mismos resultados volverán a darse en el futuro.


¡Eh! ¡¿Cuál es el mejor grupo del mundo?!
¡Metallica!
¡Yeah! ¡Son de los nuestros! ¡Coño, estamos por todas partes!
Conversación a gritos entre bosnios y serbios en las trincheras del frente (Fábulas de Bosnia)

Pero al hablar de Tomaz Lavric es necesario detenerse en Fábulas de Bosnia; publicado en 1999, en mi opinión es el segundo gran cómic sobre la guerra de los Balcanes. El álbum se compone de diversos relatos, cada uno de ellos con el título dedicado a un animal (como las fábulas tradicionales) y con el nexo narrativo de un avión de las fuerzas de seguridad de la OTAN que sobrevuela la zona. Lavric adopta un punto de vista alejado de ideologías y se centra en los seres humanos. Son escasos los detalles que nos sirven para ubicar lugares o bandos de guerra. Todo un acierto porque las víctimas y sus verdugos están en todos los bandos enfrentados, e incluso en el exterior. El dibujo es expresivo, casi virulento y no exento de cierta poesía, donde el blanco y negro resulta tan arrebatado como impresionante.


A través de 84 páginas conoceremos personas anónimas que sufren la guerra: refugiados hambrientos que llegan al mundo occidental (y que como ya hemos visto en el Gorazde de Sacco son recibidos con desprecio; conoceremos periodistas que acuden a cubrir aparentes acuerdos de paz que, en realidad sólo sirven para ganar tiempo para la masacre étnica; políticos despreciables; niños que juegan y sueñan mientras los francotiradores afinan sus teleobjetivos. Destacan, en especial, las dos historias más extensas. En El Perro, un deficiente mental enrolado a la fuerza entre los chetniks destroza la teoría de la felicidad de los imbéciles (su condición mental no le sirve para desconectar de su condición de víctima) y su mascota, un pitbull, se convierte en todo un símbolo (terrible) de la salvaje vileza que le rodea. Diría que vileza (y maldad) inhumana pero la verdad es que si la provocan seres humanos es humana. El otro gran relato es El Mulo, situado en un frente de trincheras donde el fanatismo y el odio se anteponen a los puntos en común que tienen los contendientes de un lado y del otro de las zanjas.

(Continua en Parte Siete)

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